Quiero montar un bar o una casa rural

Cómo no montar un barCualquier tipo de negocio tiene esencialmente dos partes: la que se ve y la que no se ve. Con demasiada frecuencia nos centramos demasiado en lo visible y damos poca importancia a lo que está detrás, y esto es casi una garantía de fracaso a la hora de emprender. Para hacer hay que saber.

 

Casi nadie discute a los ingenieros, a los arquitectos o a los abogados lo que dicen, y menos aún se nos ocurre hacer de tales. Todos entendemos que detrás de esa persona hay años de estudio, de esfuerzo, de técnicas y de experiencia, y que además se preocupa de mantenerse al día de las novedades.

 

Por el contrario, todo el mundo sabe de espectáculos, de deportes, de decoración, de marketing… y de hostelería. Como casi todos los días vamos a un bar a tomar un café, a poco que uno sea observador ya cree conocer la operativa. El cliente llega, pide un café (que serán cuatro distintos si son cuatro clientes), se lo sirven, se lo toma, paga y se va. Facilísimo.

 

En el caso de un hotelito, tampoco es tan complicado. Cuando el cliente llega a la recepción ya está la habitación preparada. El sistema informático sabe cuál es, los días que va a estar, la tarifa, y lo que está incluido. Al irse el cliente se le cobra, y el personal de limpieza prepara la habitación para el siguiente huésped.. Una vez más, no hay misterio.

 

Como esto de la hostelería es tan fácil y dicen que España es un país de turistas, el negocio está asegurado. Me monto un bar, o arreglo la casa de campo que he heredado para convertirla en un hotel o casa rural. Lo que más fácil sea. Así que busco a alguien para que haga las reformas necesarias, hablo con algún amigo o cuñado para que me ayude como socio o empleado, me dejo visitar por los representantes de los distintos proveedores -¡qué majo es el de la cerveza, y el del café me pone la cafetera gratis!-, compruebo que la obra está bien hecha a pesar de los dos meses de retraso, y por fin ha llegado el día de la inauguración. A ganar pasta, que esto de la hostelería tiene mucho margen aunque haya que trabajar todos los días.

 

Ahora es cuando, en este escenario no tan exagerado, llegan los problemas. No vienen tantos clientes como esperaba, ni se gastan lo que he visto que se gastan en otros sitios o como yo mismo cuando salgo. Será porque hay que hacer algo de publicidad. No pasa nada: Paco el de la copistería hace unos folletos a precio de amigo con un diseño de andar por casa, y contrato unos anuncios en distintas revistas de turismo. Todo lo demás saldrá solo. ¿O no?

 

Entre unas cosas y otras, el emprendedor que se ha metido en esta aventura sin pensarlo demasiado se da cuenta de que el negocio no es tan fácil. Que aquel amigo que le recomendaba hacerse un plan de negocio igual tenía razón, pero ello suponía mucho trabajo de estudio, información, análisis, comparación y cruzado de datos, aprender nociones de Marketing y Contabilidad, visitar muchos establecimientos de la competencia, determinar mi área de influencia, identificar los clientes y clasificarlos por tipos, ver cómo se debe dar uno a conocer, tener claro lo que se va a ofrecer y a quién y cómo, … Un sinfín de detalles que, si no se tienen claros antes de iniciar la ejecución del proyecto, probablemente se convertirán en vías de agua que no solamente obligarán a ir tapándolas corriendo de una a otra, dejándonos sin tiempo para atender el negocio, sino que lo más probable es que den al traste con todo. Salud y familia incluidas.

 

Dando por supuesto que quien está pensando en dedicarse a llevar un negocio del ramo de la hostelería ya sabe el sacrificio personal que supone, no estará de más recordar unas cuestiones fundamentales antes de montar ese bar u hotel que siempre ha estado rondando por la cabeza. Sobre todo en los malos momentos en el trabajo por cuenta ajena, cuando el jefe que queremos perder de vista se muestra especialmente malvado e imprevisible.

Como mínimo, hay que preguntarse:

  •  Esa idea, ¿es un capricho o una iniciativa meditada y sólida?
  • A la hora de ubicar el negocio, ¿he elegido el sitio tras un estudio riguroso de la competencia, ya me viene dado, o sencillamente me gustan las vistas o el barrio?
  • Aunque crea que el asunto pueda ser más bien rentable, ¿he hecho números? ¿He contemplado con realismo e información contrastada todas las partidas del presupuesto? ¿Tengo en la mano varias ofertas de distintos proveedores, tanto de construcción y equipamiento como de suministros? ¿He contemplado en el plan de negocio los clásicos tres escenarios? ¿Qué vías de salida tengo si todo va mal?
  • Si  no voy a llevar el negocio en solitario, ¿qué tal sale la partida de recursos humanos? ¿Aceptaría yo mismo ser empleado en las condiciones que se contemplan para el equipo de personas?
  • Cuando empiezo a dar forma en planos al establecimiento, ¿qué criterios he seguido para dimensionarlo? ¿El número de mesas o habitaciones lo he elegido por criterios económicos de rentabilidad, o es el que me ha marcado el arquitecto o coincide con el del aquel hotel que tanto me gusta?
  • Tengo claro que lo principal es la atención al cliente pero ¿de qué forma lo voy a atender? ¿Qué servicios e instalaciones albergará mi establecimiento para que el cliente encuentre lo que espera y me recomiende y vuelva?
  • Cada vez habrá más cuestiones que resolver durante el proyecto, y no digamos más adelante. ¿Estoy preparado para convertirme en una auténtica esponja humana de conocimientos, derrochando capacidad de adaptación y de mantener clara aunque flexible la idea inicial?
  • De alguna forma tendré que anunciar la existencia de mi fabuloso establecimiento. ¿He identificado ya mi público objetivo? ¿Sé cómo dirigirme a él? ¿Qué es lo que le interesa y lo que valora? ¿Qué medios utilizaré, y con qué periodicidad?
  • Sobre todo, ya que hay muchos otros hoteles o restaurantes que compiten con el mío, ¿qué es lo que me diferencia de ellos? ¿Por qué un cliente me preferiría a los demás?

 

 

La lista podría seguir con más detalle. Nadie duda de la ilusión y el empeño sincero de quien emprende un negocio en el sector del Ocio, el Turismo o la Hostelería –o cualquier otro sector-, pero con demasiada frecuencia se ven errores de planteamiento que un análisis previo habría prevenido.

 

Recordemos una vez más la frase del político José Martí de “gobernar no es más que prever”. Gobernar el futuro de nuestra iniciativa es mucho más seguro que dejarla a merced de los vientos de la imprevisión, de la insuficiencia de información o de los caprichos de la suerte.

Imagen: Jennifer Yeung

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Alberto Losada Gamst Escrito por:

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