Que es el que debería ser el más deseable de los estados, pero a veces hay que hacer tantos esfuerzos para que ese buen ánimo no se convierta en una bilis corrosiva…
Antes que nadie me empiece a criticar lo poco estiloso del título, quiero decir que su inspiración me llegó al ver la frase. Porque no es mía. La vi durante un curso de formación que tuve el privilegio de dar en una empresa sobre Atención al Cliente y Gestión de Reclamaciones.
En el aula había al fondo una mesita con café, té y pastitas. Los azucarillos y sobres de café descafeinado estaban en una bandeja aportada por la división de hostelería de La Asturiana. En esa bandeja vi, atónito, el desparpajo con el que la conocida empresa lechera anunciaba su buen humor y mejor disposición.
¿Por qué escoger una frase tan peregrina y rayana en lo soez para utilizarla como título de un artículo? Pues porque creo que hace falta este espíritu. Como escribí a una buena amiga a la que apenas conozco, “cosas tontas que tiene uno”.
Más de cinco millones de parados, una agobiante escasez de dinero en la calle, una economía estancada, la certeza de que la Administración está solamente para recaudar y las luchas mezquinas de los políticos son elementos que asfixian cualquier buen humor. Vamos, que le ponen a uno… de mala leche.
Y aquí viene la cajita de la lechera anunciando que alguien no está de tan bajo ánimo. O al menos lucha por no estarlo y se autoconvence de ello. ¿Sería bueno el que nos pusiéramos como disciplina el esforzarnos más por ver el mejor lado de las cosas? ¿Ayudaría a la mejora del humor general el ver más caras sonrientes o al menos no tan avinagradas? Yo creo que sí.
Creo en la profecía del autocumplimiento: esa que dice que el desear algo realmente y con fuerza favorece el conseguirlo. No digo que haya que cerrar los ojos a los problemas: familias que no llegan a fin de mes, niños que se desmayan en clase porque no han cenado ni desayunado, desahucios, bancos de alimentos desbordados, morosidad creciente, carreras profesionales destruidas y una generación entera echada a perder. Tremendo.
Esto es real pero no lo único en el mundo. También sabemos que en momentos como este sale a relucir lo mejor de las personas. El español siempre ha sido generoso y ahora se ve. Las redes de familiares y amigos hacen que no haya violencia en la calle derivada de la necesidad. Los bebés siguen naciendo recordándonos que todo esto algún día pasará y que hay un futuro. Nuestra gente más cercana sigue atenta a lo que nos pasa, al igual que nosotros nos preocupamos por lo que ocurre a nuestro alrededor.
¿Y qué se puede hacer? Pues empezar por uno mismo y el entorno más cercano. Hay que trabajar realmente la relación con las personas. Buscar y crear alianzas. Encontrar aliados y elaborar planes comunes. No me refiero a limitarse a hacer click en “me gusta”, ni en retuitear noticias elaboradas por otros, ni en mandar invitaciones vía Linkedin a ciegas para tener más contactos. Hablo de consolidar relaciones que nos aumenten la sensación de que estamos acompañados en nuestra vida, de ampliar horizontes humanos.
Hemos llegado a una situación en la que hay que repensar muchísimas cosas. A pesar de los grandes intereses creados por empresas y políticos para mantener las cosas como están. En la mano de cada uno hay mucha fuerza para ayudar a cambiar su entorno y, en consecuencia, el entorno de todos. Hay que repensar el esquema económico, el legal, el laboral, el social. Pero sobre todo creo que tenemos que cambiar nuestra forma de ver la vida y no dejarnos arrollar por tanta publicidad y mensajes más o menos subliminales y tendenciosos. Realmente creo que necesitamos simplificar la vida y revisar prioridades.
Ahora es un momento tan bueno como mañana, el próximo lunes o el 1 de Enero para empezar. Es cuestión de decidirse… y hacerlo. Estaremos todos de mejor leche.
Imagen: tomada por Alberto Losada
Me gusta… Gracias.