Nos sobran habladores y charlatanes y nos faltan escuchadores –que no oyentes. En los tiempos de la comunicación hay cada vez menos comunicación. ¿Hacia dónde vamos?
La celebérrima intervención de Francisco Umbral en el programa de Mercedes Milá allá por el 2006 es una buena imagen de algo que pasa hoy. Nuestro académico defendía su interés –que por eso fue al programa- en que se hablara del libro que acababa de publicar. Vio que el tiempo pasaba y de su libro, ni mu. Así que dejó claro que no le interesa la opinión de los demás sino que se comentara de lo suyo. De su libro.
Y así seguimos. En tiempos en los que se habla muchísimo y se opina más, uno tiene la sensación de que falta conversación. Sí, eso de preguntar al interlocutor por algo de su vida, escuchar lo que dice, contestar de un modo más o menos relacionado y así establecer una comunicación entre los dos.
Lo contrario es el intercambio de monólogos, que es lo que se prodiga hoy; tú me sueltas tu discurso y yo te coloco después el mío. Sin interacción ni genuino interés por los pensamientos o sentimientos del otro. ¿A quién no le ha pasado que, tras contar un asunto importante para uno, se le haya contestado no con un comentario sino con otro problema en nada relacionado y del exclusivo interés de quien lo saca? Conversaciones de besugos que no hacen más que aumentar la sensación de soledad.
¿Quieres ser popular y tener un montón de amigos? No hace falta ser simpático, ni guapo, ni alto, ni tener un pelo de anuncio, ni siquiera hablar bien. Basta con ser alguien que sepa escuchar a las personas. Escucharlas de verdad: que se vea en los ojos que en ese momento la mente está concentrada en lo que el otro cuenta y que indudablemente es de importancia para esa persona. Esa persona que se ha sentido escuchada invariablemente pensará que la que le estuvo escuchando es buena gente, alguien que merece la pena y que puede ser un buen amigo.
Si a esa capacidad de escuchar le unimos la facultad de recordar los nombres de las personas, el éxito social es seguro. Porque eso sí que afianzará la reputación del buen escuchador como alguien que sabe hacer que las personas se sientan importantes. No sólo escucha: también recuerda. Un portento de los que apenas hay hoy y que hay que conservar cerca. Ojo que no hablo de técnicas más o menos eficaces sino de un genuino interés por las personas. No hace mucho me encontré con una conocida tras una veintena de años sin vernos y, tras saludarme, me dijo que justo ese día estuvo pensando en mí. Confieso que me sentí realmente bien y casi halagado en mi autoestima. Lástima que la sensación duró poco: unos minutos después ella coincidió con otro conocido en el que… sí, también estuvo pensando ese mismo día.
No soy el primero ni el último que opina que vivimos en un mundo lleno de gente tan hiperconectada como sola. Los medios de comunicación permiten establecer contacto con cualquiera en el mundo, pero hay poco interés por las personas. Hay mucho en que nos oigan, pero menos en escuchar nosotros.
Pero cada vez hay más iniciativas y movimientos a favor de la cercanía de las personas. Colectivos que fomentan la vida de barrio, o de compartir intereses y aficiones, o de buscar soluciones para problemas comunes. O sencillamente para simplificar la vida. Un ejemplo de tendencia que busca, entre otras cosas, el contacto humano al viajar es el conocido Slow Travel. Son sobre todo los más jóvenes (hasta 30 años) y los mayores quienes más se implican en esta filosofía de volver al contacto humano. ¿Será porque tienen más tiempo y menos urgencias?
Menos marketing personal en plan venta unidireccional, y más abrirse a los demás para que, tras haberles escuchado, se interesen por nosotros. Démonos a prueba: de la misma forma que muchas empresas permiten probar sus productos antes de comprarlos, ofrezcamos algo de nosotros antes de pedir a los demás que nos dediquen su tiempo y emociones.
Repensemos nuestra forma de comunicarnos. Primero dar y luego pedir. Quien sepa escuchar tendrá otras personas encantadas de escucharle. De su libro, de su vida, de sí mismo. Pero antes hay que leer los libros de otros.
ACTUALIZACIÓN
Siguiendo la línea temática de este post, recomiendo la lectura del artículo “6 Habits of Remarkably Likable People” de Jeff Haden, publicado en el blog de Inc. Muy a tener en cuenta.
Imagen: Rotorod
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