Sueños Pendientes

Ya hemos vuelto al final de un de año. O al comienzo de otro, que viene a ser lo mismo. ¿Qué nos propusimos hacer el 1 de enero del año que acabamos de dejar? ¿Y en el de hace cuatro años? Mmmm. Varias cosas. ¿Cuántas hice realmente? Más bien pocas.

Pero no vamos a pensar hoy en esas Decisiones de Año Nuevo. Mejor visualicemos esos anhelos y sueños que hemos ido acariciando durante el tiempo. Todos tenemos sueños. Aspiraciones. Son parte de nuestro futuro emocional y, a veces, de nuestro pasado emocional. Son esas proyecciones de nuestros ideales de felicidad que consideramos que serían un momento pleno en nuestra vida.

Hablamos de viajes, de conocer algún tipo de persona nuevo, de un trabajo para el que creemos que hemos nacido, de un objeto que ansiamos poseer, de estar activamente involucrados en una actividad que nos hará sentirnos útiles y tal vez necesarios… Evocamos conjunciones de factores que convencidamente asociamos con una felicidad segura.

Estos sueños son proyecciones de esperanza en la materialización de deseos generados durante nuestra vida, independientemente de los años vividos. Es decir, que son cosas generadas durante nuestro pasado que confiamos materializar en un futuro más o menos próximo; “cuando sea posible lo hago”, nos decimos.

Así que empleamos el presente para pescar emociones del pasado y desear que se hagan realidad en el futuro. Lo hacemos hoy, pasado mañana, el mes que viene, durante el verano, justo antes de Navidad. Y lo hicimos hace años, hace meses, hace semanas, ayer mismo. Igual que estamos haciendo ahora. “Cómo me gustaría ……………” “Qué feliz sería si ………………..” “No me pienso morir sin ………………………” Busca la fórmula que quieras, la que más te guste, aquella que sientas que da sentido a tu futura felicidad.

Mientras tanto, mientras piensas lo que llevas tiempo queriendo hacer y que aún no has hecho y lo muy dichoso que serás cuando esos sueños se materialicen, tu vida real -tu presente- está pasando sin que te des cuenta. Sacrificada en el altar de los sueños de un momento perfecto. Echada a un lado empujada por ese frecuente evocar la pequeña frustración de no haber hecho aún lo que querías, y proponiéndote hacerlo lo antes posible.

Tengo una propuesta para este Año Nuevo. ¿Qué tal si disfrutamos un poco más el hoy? ¿Si saboreamos un poco más el momento que estamos viviendo? ¿Si somos un poco más conscientes del detalle que ahora mismo nos ocupa? Sí, es verdad que con mucha frecuencia el viaje es más interesante que el destino al que vamos. Incluso la planificación del viaje nos trae muchísima satisfacción. Es muy probable que, al final, ese plan ideal no lo sea tanto. De puro idealizado que estaba había pasado de un futurible más o menos realizable al terreno de la ciencia-ficción.

¿Qué estás haciendo ahora? Claro, estás leyendo estas líneas. ¿No sería más apetecible dar la mano a quien en este momento tienes a tu lado? ¿Abrazar a alguien? ¿Hacer una llamada a quien hace tiempo que, por lo ocupado que estás, no has llamado en mucho tiempo? ¿Coger ese libro que compraste ilusionado para leer en un momento de tranquilidad “para disfrutarlo de verdad”.

Reconectemos con el ahora. Con este momento. Porque es lo único real: el pasado ya pasó y el futuro aún no ha llegado. La Vida -en mayúsculas- reside sobre todo en el hoy y el ahora.

Vívela. Ya.

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Alberto Losada Gamst Escrito por:

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