¿Te has preguntado alguna vez por qué las sonrisas de algunas personas son cálidas y sinceras, mientras que las de otras casi nos dan miedo?
Una de las cosas que trato en mis talleres de comunicación es, dentro de la no verbal, la importancia de la mirada. Porque es en ella donde se suele ver la realidad de la personalidad que hay detrás. Lo dijo muy bien San Jerónimo:
Aunque a veces más que espejos, Platón pensaba que son ventanas que permiten ver fugazmente el ánimo de su propietario.
Prueba a realizar este ejercicio: selecciona varias imágenes en buen tamaño de gente sonriendo, y tapa su cara dejando solamente los ojos a la vista. ¿Te da esa sonrisa una sensación distinta? ¿O sigues sintiendo igual? La diferencia está en que no hay adornos ni camuflajes que alteren el mensaje de los ojos.
Estos días de mascarilla omnipresente -y lo que te rondaré morena- son la ocasión perfecta para ver la realidad de las sonrisas de las personas a las que tratamos. De su cara únicamente vemos ahora los ojos; el tono de voz nos dice más cosas y, cuando vemos todo su cuerpo, su postura y gestos nos terminan de explicar el mensaje completo de nuestro interlocutor.
Porque las mascarillas ocultan la inversión que muchas personas hacen en su dentadura. Creen que se las percibirá más favorablemente con unos dientes perfectamente alineados, de color blanco nuclear, perfectos, enmarcados en un ensayado gesto de sonrisa. ¡Qué guay soy y qué buen rollo irradio!
Quienes hayan hecho ese ejercicio de tapar la cara de las figuras de las fotos habrán descubierto un nuevo lado: el verdadero. Es cuando vemos unas miradas que revelan desconfianza, agresividad, desprecio, soberbia, aburrimiento, hastío, cansancio y hasta inseguridad y miedo.
Y veremos otras miradas que nos transmiten calor humano, comprensión, simpatía, humor, picardía y bondad. Son los ojos, al desnudo, desprovistos del atrezzo del resto de la cara, los que cuentan las verdades que hay detrás.
Bécquer describió perfectamente el poder que emana de los ojos:
Me atrevo a proyectar esto que pasa con las mascarillas y las sonrisas con lo que vemos estos días de confinamiento y emergencia social, sanitaria y económica. Estamos desarrollando la habilidad de diferenciar el marketing de los hechos. De responsabilizar a quien dice mucho pero luego no hace tanto. De apreciar las mentiras y las manipulaciones de la realidad de los hechos. Cuando la crisis financiera que empezó en 2008 ya se apreció este efecto descubridor: cuando la marea baja se ve el fondo. Es cuando aparecen las miserias, los egoísmos, el incivismo y la mala fe. Cuando hay abundancia los problemas son pocos; cuando llegan las vacas flacas surge el carácter real de personas y organizaciones.
Creo que ha llegado el momento de las sonrisas sinceras, las que salen del alma y que conectan con el corazón. Aprendamos a distinguir los buenos deseos e intenciones de las portadas publicitarias que muchos ofrecen en sus caras intentando disimular lo que piensan. Dice un proverbio árabe:
Pregúntate: ¿cómo es la sonrisa de tus ojos?
Imagen: Ani Kolleshi en Unsplash
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